de San Roque
Un grupo de trabajo compuesto por políticos y técnicos de varias delegaciones municipales se ha reunido hoy, miércoles, en Alcaldía para buscar soluciones a la actual plaga de oruga procesionaria del pino. En el encuentro se analizaron las medidas llevadas a cabo en los últimos meses y se perfiló un plan de choque para actuar contra los focos que persisten, en especial los situados en colegios. Esta labor de urgencia comienza hoy mismo.
El alcalde, Juan Carlos Ruiz Boix, ha presidido este grupo de trabajo, donde también se encontraban los tenientes de alcalde delegados de Educación, Mercedes Sánchez, y de Urbanismo, Juan Manuel Ordóñez.
En la reunión se dejó patente que desde el Ayuntamiento se ha realizado un trabajo previo para evitar la plaga, pero las condiciones climáticas de este año han favorecido que apareciera más pronto de lo previsto y, también, que sea más difícil erradicar esta oruga. Ante esta realidad y, en especial, porque afecta a varios colegios, se inicia un plan de choque para combatir a este animal, en el que están implicadas las delegaciones de Obras y Servicios, Educación, Salud, Urbanismo, Medioambiente y la empresa adjudicataria de los trabajos fitosanitarios.
Hoy mismo se realizará en al menos dos colegios del municipio una actuación de urgencia, consistente en podar y fumigar las copas más altas de los pinos, donde puede que haya todavía nidos activos. Tampoco se descartan otras medidas a medio plazo, como la tala de árboles o la entresaca de los pinos.
Durante los últimos meses se ha llegado a fumigar hasta en cuatro ocasiones algunos de los colegios, como el Gabriel Arenas, donde por desgracia llovió poco después de dos de las actuaciones, arruinando así el trabajo realizado. Para evitar problemas a los alumnos, estas labores se han realizado en viernes por la tarde, de manera que pasaran 48 horas hasta la vuelta a las clases, aunque oficialmente el plazo de seguridad es de 12 horas para fumigaciones al aire libre.
La oruga procesionaria no sólo daña a los pinos, sino que su cuerpo está cubierto por unos filamentos urticantes que afectan a la piel humana tanto por el contacto directo con el animal como al desprenderse del insecto y ser diseminados por el viento. En varias ocasiones las irritaciones han persistido incluso después de acabar con las orugas, porque sus cerdas seguían flotando en el aire.